Marie Antoinette
- Alexander Jasso
- 29 nov 2018
- 2 Min. de lectura
Todos estamos marcados por un destino, depende de nosotros de como lo vamos a cambiar ¿Si es qué lo queremos cambiar?
Se imaginan como era la sitaucón algunos años atrás, en donde los matrimonios eran arreglados, donde el único beneficio era para los ricos y poderosos. ¿Qué pasa cuando estamos en contra corriente? No toman como rebeldes, malas personas y un sin fin de comentarios que nos llegan a lastimar.
Nuestra guapa protagonista, nos dará una lección de rebledía, después de haberla casado tan joven con un hombre también joven que no sabía, ni estaban preparados para enfrentar una responsabilidad como la que es el matrimonio, menos gobernar un país.
Imaginate estar lejos de tu familia, en un país desconocido en donde no sabemos sus costumbre, habitos, alimentos, rutinas e idioma. Nuestra bella protagonista nos enseñara de como podemos salir del aburrimiento del matirmonio, no fue una mejor opción y ni la única salida que pudo existir.
A los 14 años de edad, María Antonieta es alejada de su familia y de sus amigos en Viena, despojada de todas sus posesiones y abandonada en el mundo sofisticado y decadente de Versalles, la magnífica corte real cerca de París.
María Antonieta es un simple peón en un matrimonio concertado para solidificar la armonía entre dos naciones. Su esposo adolescente, Luis, el Delfín, es el heredero al trono de Francia. Pero María Antonieta no está preparada para ser el tipo de regente que espera el pueblo francés. Bajo todo su lujo, ella es una joven protegida, asustada y confundida, rodeada de pérfidos detractores, falsos aduladores, titiriteros y chismosos. Atrapada por las convenciones de su condición en la vida, María Antonieta debe encontrar la forma de encajar en el mundo complejo y traicionero de Versalles.
A sus males se añade la indiferencia de su nuevo marido, Luis. Asombrosamente, su matrimonio no se consumó en siete años. El tímido futuro rey resulta ser un desastre como amante, desatando graves preocupaciones (e incesantes cotilleos) porque María Antonieta nunca llegue a tener un heredero.
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