Pedro e Inés de Portugal
- Alexander Jasso
- 15 jun 2017
- 3 Min. de lectura
La ventaja de ser Rey, que podías tener a cuanta mujer querías y podías. los matrimonios arreglados en aquella época era para mantener los reinos unidos y ampliar lo que el rey ya tenía; no era mal visto que la prima lejana se casara con el primo, sobrino; dependiendo de los beneficios del reino.
les contaremos una historia de amor, al parecer fue un amor real, entre un rey y la prima de su esposa; ese tipo de historias de amor verdadero, se daban muy rara vez en época de reyes. Les dejamos la historia del rey Pedro e Inés, disfruten tanto como nosotros
En 1339 el príncipe Don Pedro, hijo del rey Alfonso IV, se casó con Constanza Manuel, noble de origen castellano. En el séquito de ésta viajaba su prima, una bellísima dama llamada Inés de Castro. Ésta era hija bastarda del duque de Peñafiel y marqués de Villena, Don Juan Manuel. La llegada de Inés a la corte portuguesa causó un gran revuelo e inflamó de pasión el corazón del príncipe Pedro. Aunque se trataba de una relación ilícita, recordemos que Don Pedro había contraído matrimonio con Doña Constanza prima de Inés, la pareja vivía su amor abiertamente y era por todos conocido.
En un intento desesperado por conservar su marido, Doña Constanza pidió a Inés que fuera madrina de su primer hijo, así según las costumbres de la época se creaban lazos familiares entre los amantes y cualquier tipo de relación amorosa entre ellos adquiría tintes incestuosos. Aún así el triunfo de Doña Constanza fue pasajero, a la semana moría el pequeño.
El rey Alfonso IV no podía tolerar esta situación. Aunque se escudara en motivos morales lo cierto es que políticamente esta relación ponía en peligro a su propio reino por lo que ordenó el destierro de Inés de Castro, quién no marchó demasiado lejos, instalándose en el castillo de Albuquerque, situado en Badajoz, donde el príncipe Pedro podía visitarla. Poco tiempo después, el 13 de noviembre de 1345, Constanza fallecía al dar a luz al futuro rey Don Fernando. Tras su muerte Don Pedro liberaba a su amada del destierro para vivir su amor libremente en el norte de Portugal.
Parece ser que al cabo de nueve años de la muerte de Doña Constanza, Don Pedro decidió casarse, de manera clandestina, con la que había sido hasta entonces su amante, santificando así su unión ante el obispo de Guarda. Pero aunque la unión fue bendecida por la iglesia no resta ningún documento que pueda probarlo.
Al contrario de lo que pueda parecer fue en estos momentos cuando empezaron a surgir murmuraciones que pusieron punto y final a este amor. Los hermanos de Inés de Castro constituían un gran peligro para la sucesión legítima, puesto que estos nobles castellanos podrían apoyar a sus sobrinos a reclamar el derecho al trono de Portugal.
Fue entonces cuando el rey Alfonso IV el Bravo fue incitado por algunos de sus nobles hidalgos a poner freno a las pretensiones de la casa Castro, temida en Castilla y Portugal, para ello planearon el asesinato de Doña Inés. Tan terrible acto se llevó a cabo un día de 1355 cuando el príncipe Pedro se encontraba de cacería. Doña Inés se encontraba cerca del monasterio de Monasterio de Santa Clara, en Coímbra y fue apuñalada sin piedad por Alonso Gonçalves, Pedro Coelho y Diego Lopez Pacheco, mientras se abrazaba a sus hijos.
Según la leyenda, las lágrimas derramadas por Inés en el río Mondego en el momento que iba a ser asesinada dio lugar a la Fontes das Lágrimas de la Quinta das lagrimas. En el lecho de la fuente pueden verse algas de color rojo que según la leyenda son gotas de sangre de la propia Inés.

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